jueves, 19 de abril de 2012

Unas notas sobre el pollo

Tengo que comprar un pollo urgentemente, pero la cola es muy larga y avanza muy lento. Hay ciertas señoras mayores y ciertos señores con bigote, a los que parece que les ofende que alguien de menos de cincuenta años tenga los huevos de entrar en una pollería. Se ve que es un territorio de conversación futbolística o fregotística, "pues ayer menudo robo el árbitro en el partido de bla contra blabla", "yo uso blablablás para limpiar entre los azulejos y oye, como en el anuncio aquel del calvo con el pendiente".

Me pregunto si estas señoras se animan sexualmente cuando piensan en un señor calvo de dos metros, que por alguna extraña razón se ha puesto un sólo pendiente y va a sus casas a limpiar y adiós muy buenas. Debe de ser una de sus fantasías recurrentes, ya que llego a la conclusión de que sus maridos están demasiado ocupados quejándose de los árbitros para limpiar los azulejos, y no digamos ya para llevarlas a la cama. Pero este es un tema desagradable y potencialmente peligroso, porque empezaré a reírme entre dientes y todos se girarán, verán que soy joven y me empezarán a preguntar que por qué uso tanto el móvil si los jóvenes ya no tenemos amigos, y otros temas relacionados.

La mujer de la cabecera de la cola, a la que he bautizado como "mujer de pelo naranja 1", se queja de la calidad de la carne que le han cortado. Supongo que si le diesen un machete se iría a la granja a cortar filetes directamente desde las vacas. Parece una buena idea de negocio, así que la apunto en una pequeña libreta de diseño moderno (veinte euros me costó el diseño, porque está hecha de putopapel) que me compré un día que intentaba hacerme el interesante delante de las modernas de la Filmoteca. Pero entonces apareció un tío con el pelo increíblemente afro y se marcharon con él; yo por ahí no paso.
En cualquier caso, mi intención inicial era ir apuntando mis brillantes ideas, pero a día de hoy sólo tiene tres páginas utilizadas: en una dibujé a mi novia de forma obscena, cosa que hizo que se enfadara y dejase de hablarme tres días; y en las otras dos hay diversos diseños, a cada cual más exacto, de gente con un culo en la cara. Quién sabe si esto se revalorizará algún día.

Mujer de pelo naranja 1 (de ahora en adelante, MPN1) ahora discute con Mujer de pelo grisáceo 1 (MPG1). Un "señor que parece muy educado" (SPME) entra al trapo y les dice algo sobre el "bingo". Las señoras se ríen de forma escandalosa. MPN1 aún no ha pagado, y a la mujer del mostrador parece no importarle que haya montado una tertulia en la cabecera de la cola. Intervienen ahora una "mujer de pelo naranja 2" (MPN2) y, cómo no, otra "mujer de pelo grisáceo 2" (MPG2). SPME no puede creérselo, está rojo, hace años que no tiene tantas mujeres a su alrededor. MPN1 y MPN2 parecen discutir, se tocan el pelo, supongo que es una lucha final sobre cuál de sus pelos es más ridículo y impropio de su edad. MPG2 se dedica a tocar el género que hay sobre el mostrador; me pregunto si al llegar a casa se lavará las manos o seguirá el resto del día con olor a vacuno.
En cualquier caso, MPN1 parece que está pagando; MPG1 sonríe porque sabe que es la siguiente, pero MPG2 no parece estar de acuerdo. MPN1 se aparta del mostrador, SPME la sigue con la mirada y se gira hacia otro SPME, al que parece decirle que "la crisis no la arregla ni Mendieta". La cola avanza un poco.

Ayer discutí con mi novia, pero la voy a compensar cocinándole un pollo. Me gustan las pollerías de barrio, son clásicas y no huelen a agua estancada, como la del Mercadona. Pero a mi novia le parece ridículo que siempre compre la carne en esta pollería, como anacrónico o algo así. Ella estudia filología, conoce un montón de palabras con las que puede destruirte sin que te des cuenta.
El caso es que ayer me dijo "mañana sobre las siete pásate por mi casa, tengo una sorpresa para ti" La sorpresa es que me va a pedir matrimonio, hace unos días encontré el anillo; como cuando de pequeño encuentras los regalos de Reyes en un armario, y en menos que canta un gallo ya estás de botellón y drogándote y eres la vergüenza del barrio.
Siguiendo con mi novia, entonces le dije "es que sobre esa hora es cuando tienen el mejor género en la pollería de la esquina". Y su furia se desató, dijo que si "me pusiesen un pollo por cerebro no habría ninguna diferencia", y se fue dando un portazo. Pero el problema tampoco era el pollo; creo que ella sabe que yo sé que me va a pedir que me case con ella, y le da miedo que le diga que no. Le diré que sí, porque la quiero mucho, pero mi pollo es mi pollo. Pero eso ella no lo comprende.

Ya empiezo a ver el mostrador, empiezo a distinguir los rasgos de la señora gorda que siempre me atiende. Es curioso porque la pollería sólo tiene una empleada, que es la señora gorda. Y ella sola es capaz de doblegar el huracán de fuerzas seniles que recibe todos los días. Así es como se sale de la crisis. Vendiendo pollo.

Y por fin llego a la cabecera de la cola. Las señoras mayores y los señores con bigote parecen reunirse a mi alrededor, han comprendido que no soy el enemigo, en cualquier momento van a cantar un salmo, me van a aceptar en su grupo de gente aleatoria de pollería. Y eso me da mucho miedo, súbitamente.
Es decir, yo no soy como ellos. Yo soy joven, aún no estoy casado, no hablo de fútbol ni de Don Limpio. Son ellos los aburridos, los que van a comprar a la pollería de la esquina... ¿no? Bueno, pero aquí estoy. Supongo que tengo un nuevo "complejo de pollo", una "pollolitis", necesito un pollo, "ser o no ser, ese es el pollo..."

Esta terrible relevación pollotística me sume en un estado de confusión que no me deja ver bien el pollo que me ofrecen, no me deja ver bien cómo saco la cartera y pago un pollo de tres kilos y medio, no me deja ver bien cómo la señora lo envuelve y me lo entrega definitivamente, mi pollo, el pollo que va a salvar mi relación y va a sentar las bases de mi matrimonio. Si bien es cierto que a veces me pongo un poco pesado con el pollo, tengo que ver el Canal Cocina por si se animan a hacer una receta con pollo, me compro la revista oficial del pollo. Ya no sé ni lo que pienso.

A la salida, un señor con bigote me aborda. Tengo miedo de que todo haya sido una trampa, de que los señores y las señoras cierren filas alrededor mio y MPN1 me de el tiro de gracia. Sin embargo, lo que me dice es "Tomás, otra vez por aquí, hay que ver cuánto te gusta la pollería, jeje". Le miro con una expresión alucinada y el pobre hombre no sabe qué cara poner.

Tiro el pollo en el contenedor que hay al doblar la esquina. Sin motivo aparente, echo a correr hacia la casa de mi novia. Me parece que hoy no cocinaré pollo. Ni en mucho tiempo.




2 comentarios:

  1. El nuevo diseño queda muy pero que muy bien. La historia no la he leído porque me da pereza pero lo haré.

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  2. Yo sí la leí y aunque echo de menos los robots me gusta el pollo.

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