domingo, 15 de enero de 2012

Una, Grande y Libre

De la Wikipedia:

"¡Una, Grande y Libre!» consiste en una simplificación nacionalista del concepto de España.
 Normalmente el grito se utilizaba como respuesta coral de la multitud al final de un discurso, en un juego efectista y rutinario que cerraba el acto y permitiría la ulterior dispersión de la audiencia, hasta el punto de que la entonación de los gritos era conocida como «los gritos de ritual» —sin más— en las reseñas de prensa de la época y en los documentos oficiales. Lo que puede compararse al diálogo de un predicador carismático con la congregación que le responde «¡Amén!». El dirigente terminaba gritando tres veces: «¡España!», y la audiencia le respondía a cada uno de los tres gritos sucesivamente «¡Una!», «¡Grande!», «¡Libre!». Después el dirigente gritaba: «¡Arriba España!», respondiendo la audiencia: «¡Arriba!». Muy frecuentemente se recordaba con otro grito a «¡José Antonio!», respondiéndose «¡Presente!», luego a todos los «¡Caídos por Dios y por España!», respondiéndose también «¡Presente!». También se solía añadir «¡Viva Franco!», a lo que la audiencia respondía «¡Viva!», o bien, si el acto era lo suficientemente exaltado, y estaba presente El Caudillo se repetía «¡Franco, Franco, Franco!», rítmicamente y sin fin."





miércoles, 11 de enero de 2012

Casualidad

Fue casualidad - me pregunto a todas horas -
Lo de tus ojos mirándome aquella noche oscura
Lo de aquella sonrisa que aún me dura
Lo de mis manos temblando y moviéndose solas.

Aunque debería ser casualidad - me sigo preguntando -
Lo de cuando pregunté a tus amigas
(Joder, fui tan brusco que las estaba asustando)
Lo de cuando pregunté a tus amigas tu nombre
Y me lo repetí a todas horas

Sinceramente ya dudo que fuera casualidad
Cuando en aquella fiesta oscura me puse a tu lado
Y bailamos
Y bailamos
Y salí a la calle con una sonrisa, salí al aire helado
Y respiré el aroma nocturno medio atontado

Y no me cabe duda de que no fue casualidad
Lo de cuando preguntaste a mis amigos
(Que, normalmente, no son muy listos, de verdad)
Lo de cuando preguntaste a mis amigos mi número de móvil
Y me llamaste para quedar, a deshoras

Lo que tuvo que ser casualidad - me pregunto en el hospital -
Es lo de nosotros cruzando en rojo
Lo del camionero que sólo te vio de reojo
Lo de tú en el suelo, como un animal.

No es, pues, casualidad - me digo, delante de tu tumba -
Que hoy te escriba un poema
Esos árboles que hay en todos los cementerios
Me observan mientras acabo esta última estrofa







martes, 10 de enero de 2012

Amor Desteñido

En esto que eran dos amigos desde la guardería. Quién sabe, igual si se hubiesen conocido luego se odiarían, pero hay algo que empuja a la gente que ha compartido ceras Manley y plastelina roja a seguir unidos durante mucho tiempo.

El caso es que quedaron una tarde para tomar una cerveza y ponerse al día, aunque acabaron hablando (como todos haremos a partir de cierta edad) de lo divertido que era todo antes, los buenos tiempos que ya no volverán y las mujeres a las que quisieron y acabaron marchándose. Uno de los dos amigos, agente de bolsa, estaba casado y con dos hijos, y su vida era de todo menos emocionante. Suelos de parquet, una cuna de Ikea, desayunos con café a las siete de la mañana. El otro vivía sólo, en un bloque de apartamentos como cualquier otro, y se ganaba el sueldo a base de escribir esquelas para un periódico local. Era, como poco, adusto: se podía decir, sólo mirándole un momento, que no era alguien propenso a la risa.
Se despidieron, con la promesa de volver a verse dos semanas más tarde. No era difícil averiguar a cuál de los dos había tratado mejor la vida.

Pasaron dos semanas y volvieron a quedar para tomar cervezas. Fue la primera vez que el agente de bolsa se dio cuenta de que a su amigo la ropa le sentaba raro. Como si hubiese encogido. La conversación trivial acabó haciéndole olvidar esto. Hablaron de cosas alegres durante unos minutos, y su amigo viró bruscamente hacia cosas bastante menos alegres, que parecían concordar con su estado de ánimo general y el aspecto de su ropa.

Dos semanas más tarde, ya era evidente que al escritor de esquelas le pasaba algo: sus prendas habían tomado colores extraños, definitivamente le venían pequeñas e incluso parecían algo gastadas, como viejas. En esta ocasión, no sonrió ni una sola vez durante las dos horas que estuvieron juntos. El otro amigo empezó a preocuparse de verdad, pero no le mencionó nada.

Volvieron a verse una vez mas. En esta ocasión, el maltrato que sufría la ropa de su amigo obligó al otro a preguntarle. El escritor se puso muy nervioso, se incorporó rápidamente y dijo que tenía que irse. El agente de bolsa volvió a su coche, pero no arrancó.
"¿En qué coño estará metido éste?" se preguntó unas cincuenta veces. Temía responder a la pregunta, ya que las opciones eran cada una peor que la anterior: "igual se mete algo, ha tenido que vender su ropa y lleva cosas de segunda mano", "a lo mejor se ha quedado en la calle, no puede lavarla como dios manda y va mendigando algún tipo de jabón" "joder, ¿y si la lava con jabón de manos, o con gel, o... con champú?" "Es evidente que mi amigo no está bien, su ropa está desteñida y en mal estado, eso no es propio de alguien normal". El agente de bolsa tenía buen ojo para las finanzas, pero los años de matrimonio le habían convertido en un paranoico en cuanto a asuntos de índole criminal. Decidió, casi temblando, ponerse a vigilar a su colega.
Sólo tuvo que hacerlo una vez.

A la mañana siguiente, se plantó con su coche delante del patio del escritor de esquelas. "Estará deprimido, ese trabajo desde luego no debe ser alegre, se le está pasando el arroz, quién sabe..." A eso de las once, su amigo salió del portal y entró en una lavandería cercana. A través del ventanal, el agente de bolsa veía todos sus movimientos. Llevaba un capazo lleno de ropa, que dejó en el suelo, junto a una lavadora. Introdujo las monedas, la ropa, el detergente (!detergente!) y puso el aparato en marcha. Su amigo estaba confuso: ¿y las drogas, y la pobreza, y los lavados de ropa en el río a medianoche? Todo parecía normal, tenía que ser un problema de las máquinas de aquella lavandería. Entonces su amigo se acercó al mostrador. Había allí una chica, encargada de vigilar las máquinas. Se puso a hablar con ella. Habló con ella, habló con ella, siguió hablando. El agente de bolsa intentaba leerle los labios, pero ya no era un adolescente y la vista le fallaba.
Y entonces el escritor de esquelas sonrió. No sólo sonrió, sino que empezó a reírse a carcajadas. La chica se reía con él. Los dos se reían y cuando por fin dejaron de reírse se miraron durante unos segundos eternos. Se sonreían el uno al otro.
La lavadora acabó su programa, el tipo recogió su ropa y se despidió de la chica. Seguía sonriendo.
El agente de bolsa arrancó. Iba, valga la redundancia, sonriendo. Todo el mundo sabe que cuando la ropa se mete en una lavadora todos los días, acaba estropeándose.





sábado, 7 de enero de 2012

Sonrisa Falsa

Vas por la calle (o vienes por la calle, es igual), absorto en tus pensamientos, pensando en la mona de pascua, en babia, qué se yo. El caso es que vas mirando hacia el infinito, y de repente, pasa un grupo de gente. Tu ángulo de visión se llena de caras, de expresiones, de sonrisas. Y ahí está. Una sonrisa falsa. Ese chico debe de tener algún problema con el resto del grupo, o quizás se ha peleado con su novia, o su amigo de repente le ha robado a la chica que le gustaba, o se le ha muerto un familiar... Todos contentos y felices, diciéndose cosas bonitas, y él ahí, con su sonrisa falsa.

Todos podemos identificar rápidamente una sonrisa falsa. Hay gente que no sabe sonreír de otra forma: generalmente, personas despechadas, tristes, que no encuentran el ánimo suficiente para sonreír de verdad. Igual que podemos comprarnos un Ipod megaluxe o ir a los chinos y elegir el primer mp4 made in Thailand que encontremos, la diferencia entre una sonrisa y otra es evidente. La sonrisa falsa es artificial, engañosa, esconde algo que jamás sabremos, convierte al que la esgrime en un cínico profesional, buscar engañar al resto de la humanidad. 

No es lo mismo que tu novia te diga "te querré siempre" mientras sonríe con toda su bonita dentadura y deslumbra a algún pájaro que pase por allí encima, provocando un accidente aéreo, que que tu novia te diga "te querré siempre" mientras oculta sus dientes, levanta un poco la comisura de los labios y pasa a ocuparse de otra cosa pocos segundos más tarde. Este ejemplo práctico ilustra claramente la diferencia entre una sonrisa y otra.

¿Estás triste? ¿Crees que los seres humanos no valen la pena? ¿Intentas disimular que necesitas ir al baño urgentemente? La sonrisa falsa es tu patrimonio, úsala con todo derecho, recorta un trozo de tela gigante, dibuja una sonrisa falsa en él y conviértelo en una pancarta, para poder ir por las calles de tu ciudad reclamando el derecho y el orgullo de sonreír falsamente.

Sin embargo, ¿y si no te pasa nada de eso? Y si simplemente te estás riendo de alguien, si eres cruel y malvado, si querrías llamarle tonto del culo pero no te atreves... ¿y entonces sonríes falsamente también? No, amigo, entonces mejor sé sincero. Una cosa es una sonrisa falsa como escudo, otra muy distinta es una sonrisa falsa como espada. No seas tan cínico, porque si el agraviado se da cuenta de que te estás riendo de él, entonces...